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Ganar la guerra contra la fiebre amarilla

27 noviembre 2016
Fuente: 
OMS

Ningún caso nuevo de fiebre amarilla desde el pasado mes de julio. Esto es lo que ha anunciado la OMS recientemente, celebrando así los logros frente al brote de la enfermedad surgido en Angola y en la República Democrática del Congo en 2015. El balance global (a 28 de octubre) se ha cerrado provisionalmente, con las siguientes cifras: 7334 casos notificados (y 498 fallecidos: 6,8 %) y 962 casos confirmados (con 137 fallecidos: 14,2 %).

El brote se inició en diciembre de 2015 en Angola y ha afectado también a la República Democrática del Congo. Se han notificado también casos importados desde estas regiones en Kenia y China, además de casos esporádicos no relacionados, en otros países africanos.

Según informa ahora la OMS en el primer semestre del año se han administrado más de 30 millones de dosis de la vacuna de la fiebre amarilla (siendo de 6 millones de dosis la reserva estratégica previamente establecida) y ello ha sido posible merced al trabajo colaborativo de gobiernos locales y un número relevante de entidades de distinto tipo, públicas y privadas (OMS, GAVI, Médecins Sans Frontières [MSF], International Federation of the Red Cross and Red Crescent Societies [IFRC], UNICEF, CDC), y el soporte económico de Angola, GAVI, Vaccine Alliance, BioManguinhos, Central Emergency Response Fund (CERF, Naciones Unidas), ICG Revolving Fund, Alemania, Japón, USAID, además de la propia OMS. Como en otras intervenciones similares, la participación en el terreno de miles de sanitarios y voluntarios locales ha resultado imprescindible.

Para abordar la situación y dada la limitada disponibilidad de la vacuna, se ha usado la estrategia de vacunación con dosis reducidas (un quinta parte de la dosis estándar) ya que se contaba con información suficiente respecto a su capacidad protectora durante, al menos, 1 año y quizás más prolongada, que ahora habrá oportunidad de comprobar.

Resulta patente la necesidad de prever la respuesta ante nuevos brotes de la fiebre amarilla, que previsiblemente se darán incluso en áreas no afectadas hasta ahora, en la medida que el cambio climático y otras circunstancias modifiquen la presencia y el rendimiento del vector, el mosquito Aedes aegypti, para la transmisión de la infección.

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