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Tras las huellas de la fiebre amarilla en Brasil

23 agosto 2017
Fuente: 
Kean S. Science. 2017:357(6352):637-41. DOI: 10.1126/science.357.6352.637

Los monos y los mosquitos nos dan pistas sobre cuándo y dónde el virus de la fiebre amarilla podría resurgir en Brasil.

Desde diciembre de 2016, hasta la fecha, Brasil ha experimentado uno de sus peores brotes de fiebre amarilla en décadas, con cerca de 800 casos documentados y 275 defunciones. Más de 130 ciudades han sufrido casos y por primera vez, desde 1942, la enfermedad ha aparecido en el este atlántico del país. Y aunque el comienzo del invierno austral ha ralentizado el brote, se teme el resurgimiento en el año próximo.

Los científicos tratan de investigar el intrincado ciclo de transmisión de la fiebre amarilla, que involucra tanto a monos como a humanos y mosquitos; tratar de averiguar dónde se esconde el virus y cómo se está propagando, es vital para combatir futuros brotes. Pero el miedo permanece y especialmente el temor a que la fiebre amarilla pueda asolar las megaciudades a lo largo de la costa este de Brasil o incluso propagarse más allá. A fin de cuentas, si hemos visto al zika marchar a Estados Unidos, no hay razón para pensar que el dengue, el chikunguña y otras enfermedades transmitidas por mosquitos, como la fiebre amarilla, no puedan hacer lo mismo.

La fiebre amarilla fue una de las enfermedades más temidas del mundo. La mayoría de las víctimas sufren solo fiebre y dolor de las articulaciones, pero un 15 % de los afectados pueden presentar síntomas graves. No existe ningún medicamento para tratarla y la mitad de los que desarrollan la forma grave, mueren a medida que el virus destruye su hígado.

Nativa de África, la fiebre amarilla se extendió al continennte americano con la trata de esclavos. En 1793, el entonces presidente George Washington, huyó de Filadelfia, Pensilvania (entonces la capital de los Estados Unidos), durante una epidemia que mató a 5000 personas. Los brotes posteriores casi impidieron la construcción del Canal de Panamá.

Una vacuna desarrollada en la década de 1930 eliminó, en gran medida, la enfermedad de Norteamérica. Sin embargo, África y Sudamérica aún la continúan sufriendo. El 90 % de los casos se producen actualmente en la África subsahariana, incluido un brote en 2016, centrado en Angola, con miles de víctimas. Pero, en algunos sentidos, la fiebre amarilla en América del Sur es más aterradora, debido a la baja inmunidad natural de sus pobladores y a que mata a un tercio de los que la contraen. Es por ello por lo que los ministerios de salud estatales brasileños, que administran las vacunas, han adquirido 26,3 millones de dosis de emergencia desde diciembre y parece que se han quedado cortos.

En América del Sur existen dos ciclos de transmisión de la fiebre amarilla. En el ciclo silvestre o selvático, los mosquitos de dos géneros, Sabethes y Haemagogus, propagan el virus principalmente entre monos, principales reservorios, que al ser picados por mosquitos pueden transmitir el virus a otros monos. Las personas que se encuentren en la selva pueden recibir picaduras de mosquitos infectados y contraer la enfermedad. La otra forma es el ciclo urbano y aquí, un mosquito diferente, el temible Aedes aegypti, propaga la enfermedad directamente de persona a persona y los casos se multiplican rápidamente, al tratarse de zonas muy pobladas, con elevada densidad de mosquitos y donde la mayoría de la población tiene escasa o nula inmunidad, por falta de vacunación.

Todos los casos recientes en Brasil han sido silvestres y hasta la fecha no se ha producido ninguna transmisión de humano a humano. Por lo tanto, en estas condiciones, determinar qué especies de mosquitos portan el virus puede dar pistas sobre quién está en riesgo y dónde. Y este es el relato que se realiza en el presente artículo por parte de los investigadores, buscando en los monos y los mosquitos el papel que juegan en cada caso y lugar.  Aunque los científicos conocen los principales vectores de la enfermedad en Brasil, todavía están investigando si otros agentes pudieran jugar un papel y, sobre todo, cómo los brotes pudieran cambiar de silvestre a urbano y qué especies impulsarían ese cambio.

Si los mosquitos son los villanos de la fiebre amarilla, los monos son las principales víctimas.

La mayoría de la gente en Brasil sabe que los monos pueden contraer la fiebre amarilla. Por desgracia, muchos también creen que los monos infectan a la gente, lo cual no es cierto (los mosquitos son los que lo hacen). Como resultado, las personas en las zonas rurales a veces disparan a los monos o dejan fruta envenenada alrededor, añadiendo decenas de bajas a un ya devastador brote.

La vacunación frente a la fiebre amarilla en el calendario infantil ya es obligatoria en los estados del norte y de la Amazonía, donde la enfermedad es endémica, y algunos científicos proponen extender la recomendación a nivel nacional. Pero debido a que la vacunación conlleva un pequeño riesgo -una de cada 300 000 personas desarrolla una fiebre amarilla completa, después de la vacunación y otra de cada 100 000 sufre un cuadro neurológico- el gobierno no ha tomado esta decisión hasta la fecha.

El bajo cumplimiento es decepcionante, debido a que la vacunación podría eliminar la fiebre amarilla en todo el país con una dosis única, que cuesta un dólar y es eficaz para toda la vida.

Esto en sí puede ser una perversión: una vacuna que es demasiado buena, que cuesta muy poco y que protege a la gente para toda la vida, puede hacerla poco "rentable". En todo el mundo, únicamente cuatro institutos la producen. A los fabricantes tampoco les gusta un mercado desigual y fluctuante: baja demanda la mayoría de los años, seguido de brotes que les obligan a competir en la cadena de fabricación. Así, la producción de Fiocruz® (fabricante brasileño) pasó de 25 millones de dosis en 2016 a 70 millones este año, lo que obligó al instituto a recortar gravemente la producción de su vacuna contra sarampión, paperas y rubeola.

El mercado podría cambiar pronto por cuanto la Organización Mundial de la Salud (OMS) recientemente ha negociado acuerdos en varios países de África y Sudamérica para vacunar a cerca de 600 millones de personas en la próxima década, con el objetivo de eliminar todos los brotes en todo el mundo en 2026. Esta campaña debería estabilizar el mercado, asegurando la demanda.

Pero el peligro de la fiebre amarilla en América del Norte palidece en comparación con el desastre que podría ocurrir si alguna vez se extendiese a Asia. A pesar de que el sur de Asia tiene todos los requisitos previos para la fiebre amarilla, monos, mosquitos, un clima cálido... la enfermedad nunca ha ganado un lugar en el continente más poblado del mundo. Quizás, algunos científicos especulan que otras enfermedades allí pudieran proporcionar inmunidad cruzada. Pero el año pasado, 11 hombres chinos, que trabajaban en Angola, desarrollaron la fiebre amarilla al regresar a su hogar, los primeros casos asiáticos confirmados en la historia. Afortunadamente, la enfermedad no se propagó, pero si el ciclo urbano se estableciese allí, 1800 millones de personas, virtualmente ninguna vacunada y presumiblemente con alta susceptibilidad genética, serían vulnerables.

Muchas cosas pues que saber y conocer acerca de la fiebre amarilla.

 

Esta noticia esta basada en el artículo Kean S. On the trail of yellow fever. Science. 2017(357);6352:637-41.
Disponible en http://science.sciencemag.org/content/357/6352/637.full

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